jueves, 20 de abril de 2017

Franz Kafka. Cuando me desperté


Nacido en 1883  en el barrio cercano a la vieja sinagoga judía de Praga.
Sin embargo aun siendo Checo sus obras están en su mayoría escritas en alemán.
Sus obras se desarrollan siempre en un ambiente extraño y perturbador protagonizadas por personajes extraños que viven en un mundo aparentemente cotidiano pero incomprensible para ellos. Tras la lectura de la metamorfosis el lector queda sumergido en un mar de dudas y se hace preguntas como... ¿Que significa esto? ¿Que acabo de leer? ¿porque desde el principio es tan extraño?  En cierta manera Kafka quiere provocar cierto horror o paranoia en el lector cuando lo lee pues para entender al personaje principal, Samsa, hay que hacercarse hacia el más allá de su aparencia de bicho y ello conlleva que de vez en cuando nos identifiquemos con él. Kafka nos transporta de lo físico a lo psicológico Samsa es un bicho porque se siente así en un mundo que no comprende y que le resulta lejano no por ningún acto sobrenatural. A muchos se nos a quedado la frase con la que empieza el libro:"cuando me desperté"
Es hora de acabar esta pequeña introducción pues la entrada la publico para mostrar un pequeño fragmento creado por mi a partir de lo citado y que se valore.

Cuando me desperté me encontré en una habitación humana.
Parecía que nada había cambiado, el único inconveniente es que estaba sumergida en una opaca y profunda oscuridad.
Froté la inmensa y rugosa pared con la yema de mis dedos intentando encontrar en vano el interruptor.
Seguidamente caminé para conseguir llegar a la gastada y añosa puerta, sin conseguirlo.
El espacio parecía una agonía interminable, el silencio cercaba.
Logré meter la cabeza por debajo de la ventana.
La noche y el día se mezclaban pues una espesa y blanquecina niebla lo cubría todo. De rrepente la puerta se abrió dejando entrar un fino hilo de luz.
Mi cuerpo se quedó de piedra pues la niebla también estaba dentro de la casa. Llamé a alguien recibiendo a cambio un silencio sepulcral. 
Sentí que había un monstruo persiguiéndome allí, en ese espacio inquebrantable. Empezé a correr. 
Las paredes se estrechaban. 
Parecía que todo se había acabado pues averigué que la niebla se había colado por una obertura de una ventana mal cerrada.
Ante mí había un inmenso espejo. Lo limpié con mis extremidades pues lo cubria una fina pátina de polvo. Miré mi rostro, en el no había sentimiento alguno. Volví a mirar, yo era el monstruo del que intentaba huir. 
La tristeza se apoderó de mi, y aquí sigo ante un inmenso espejo, sin poder salir.